Con el chándal sin planchar
Mónica Crespo
La arruga es bella, siempre lo he pensado y ahora la luzco con orgullo en mi vestimenta cuando voy por la calle. Y es que la falta de plancha se ha convertido en un signo de rebeldía en los últimos días después de escuchar las críticas hacia la esposa de Julen Lopetegui por no tenerle el chándal del entrenador del Sevilla debidamente planchado para el día del partido. ¡Cómo se se le ocurrió a esa mujer no estar atenta a las necesidades del macho cazador que ha salido de la cueva para conseguir el alimento!
El comentario jocoso, vergonzoso y retrógrado, pudo escucharse en prime time en la Cadena Cope, saliendo de la voz de Víctor Fernández y, por si alguien no había entendido el chiste, fue debidamente celebrado y jaleado por Hipólito Rincón. Sus autores imagino que aún no se han retractado (aunque perdonen si ya se han puesto a los pies de los caballos y no estoy al tanto, no pienso volver a escuchar ese programa), pero ha sido la guinda perfecta para culminar la semana del insulto a la mujer en el fútbol. No nos hemos librado ninguna, ni las de la grada, ni las del campo e incluso han conseguido rebasar fronteras.
La primera parada de la ignominia tuvo lugar en Riad, a colación de la Supercopa de España que se ha celebrado en la capital de Arabia Saudita, Supercopa de España, repito. “A nivel ético lo que estamos haciendo aquí es ayudando mucho al desarrollo de la mujer en el fútbol”. Rubiales, presidente de la Real Federación Española de Fútbol, consiguió articular esta frase sin reírse y sin cambiar el gesto, algo que parece asombroso cuando las propias imágenes del torneo ofrecieron una casi inexistente asistencia femenina a la grada, quizá un hecho derivado de las propias leyes de un país que anula a la mujer solamente por serlo. “Rostro marmóleo en trono dorado. Óleo sobre lienzo,” podríamos titular la estampa de Rubiales compartiendo palco con los más poderosos de uno de los países más intolerantes del Planeta con los Derechos de la mujer.
Por si alguna aficionada o profesional del fútbol se había dado por aludida y agraviada, Albert Luque, miembro del gabinete de presidencia del organismo que vela por el fútbol femenino español, entre otras cosas, justificó la falta de público femenino aclarando que el fútbol siempre ha sido una cosa más de hombres que de mujeres. A estas alturas del siglo XXI ya no solo resulta vergonzante, sino que además supone una ofensa el argumento y una falta de respeto, no solo hacia la mujer saudita, sino para el resto que disfruta de ese deporte cada domingo.
Y mientras en Riad tenían lugar las eliminatorias más atractivas de un torneo español masculino en un estadio semi vacío y la Federación se venía con una avión lleno de infectados por Covid y un buen puñado de petrodólares en el bolsillo, el mismo torneo en versión femenina y a una semana de celebración, no había anunciado todavía su sede, un hecho que solamente puede justificarse con dos argumentos, el primero: “estábamos un poco liados en Riad guardando los billetes en la maleta”, o el segundo, que parece algo más sólido: “el fútbol femenino solamente nos interesa para hacernos la foto, llenar algunos titulares que contengan la palabra igualdad, y poco más”.
Parece sospecho cuanto menos que finalmente el torneo se haya celebrado en la Ciudad del Fútbol de las Rozas, que no es otra cosa que un campo de entretenimiento que cuesta solo unas cuantas monedas y que, además, solamente haya conseguido una portada (gracias a la publicidad indirecta que supone la aparición del único anunciante conseguido con tan poco margen de acción).
Sin visibilidad, sin posibilidad de reacción para las aficiones, en un campo sin servicios, alejado de la ciudad y aún así el espectáculo ofrecido por los cuatro equipos ha sido fabuloso, ¡chúpate esa Rubiales! Tres partidos, con tres equipos competitivos de mujeres de las que ya están acostumbradas a dar lecciones de profesionalidad cada fin de semana y que han dado un espectáculo deportivo de primer nivel en un campo, demasiado pequeño, pero plagado de voces femeninas animando.
Aunque algunos cierren los ojos para no verla venir, la realidad siempre le da una bofetada a quien falta a la verdad, y aunque hoy se hayan hecho la foto de la igualdad, porque hoy sí tocaba posar ante las cámaras, el retrato que va a colgar en esos despachos después de este torneo es el de la vergüenza, bañada con los tintes dorados, de oriente, pero vergüenza al fin y al cabo. El fútbol interesa a las mujeres, cada domingo llenamos los estadios, y el fútbol femenino está creciendo, a pesar de que el techo de cristal parezca de hormigón y de las zancadillas que los propios organismos que lo regulan intentan poner. Somos una realidad en la grada, en los campos, en los despachos, y no importan lo que cueste conseguir esa visibilidad, somos ejército y ni siquiera nos importa que vayan con el chándal arrugado.